InakiLancelot
  Gallipoli
 

ATOLLADERO DESOLADOR

«Gallipoli»
Director: Peter Weir
Nacionalidad: Australia
Intérpretes: Mel Gibson, Mark Lee, Bill Hunter
Estreno: 11/3/82

El cine bélico se mueve entre dos extremos posibles. De un lado, el enfoque patriota que ensalza el compañerismo y ningunea las consecuencias de la guerra. En el lugar opuesto, la condena que puede caer en la truculencia y el regodeo.

«Gallipoli» no excede ninguno de ambos límites. Muestra cómo personas comunes que nada tienen que ver con el conflicto, ni por nacionalidad ni por intereses personales, se ven conducidas hacia él por simple presión social. Y cómo se forma una estampida de seres henchidos de euforia, destinada a ser carne de cañón y despeñarse como aquellos roedores escandinavos en tiempos de superpoblación. Seres preferentemente jóvenes, pero no sólo.

Como «El padrino» retrata la mafia, «Gallipoli» es la gran película del frente de batalla. Y como aquella, no tiene por qué ser fidedigno documento porque la realidad puede no resultar creíble y contemplarla puede ser algo tedioso.

Sencillamente, el quinto largo de Peter Weir es autoconsistente. Es veraz porque los hechos se justifican dentro de su estructura dramática. Ello es posible gracias a un elaboradísimo guión, que cuida todos los detalles y recrea un frente más verosímil que la propia realidad, el día a día de los soldados en la trinchera, todavía  a la espera de la entrada en acción.

La obra constituye no sólo un alegato antibelicista, sino también una estruendosa muestra de la indefensión del individuo ante el grupo. Del papel que juegan la división y la estratificación entre personas, entre oficiales y soldados o entre infantería y caballería aquí, para que éstas acepten el destino fijado por quienes manejen los hilos de todos. Y aquí la similitud con la realidad económica contemporánea causa estragos.

Cinematográficamente, como en «Novecento», se documenta el tipo de vida rural de principios del siglo XX, en este caso en Australia. Para cambiar de escenario y de ritmo en la segunda mitad del metraje, cuando la trama se precipita imparable y fatalista hacia el absurdo bélico. Y entonces queda claro el punto débil de la estructura jerárquica y las demoledoras consecuencias de que las personas acepten ser meros transmisores de un engranaje deshumanizado.

Peter Weir vuelve a destacar por su tratamiento de la amistad, como en la inmediatamente posterior «El año que vivimos peligrosamente». Es esta una variante del cine que tuvo gran aceptación en la época y hoy parece casi abandonada.

Junto a los personajes principales, es interesantísima la figura del comandante del regimiento, persona culta y familiar inmersa en el mismo fatal atolladero.

«Gallipoli» es una de las grandes películas sobre la guerra en la historia del cine. Es fruto de una gran dirección con movimiento de masas, acciones espectaculares e intimidad de personajes que crecen y cuyas relaciones se modifican justificadamente.

Introdujo como pieza musical el Adagio de Albinoni, desde entonces epítome de la desolación. El estado en que queda el espectador ante la imagen congelada del velocista en un lugar al que nunca debió llegar.

Inaki Lancelot

 
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