InakiLancelot
  Dolor y Gloria
 

EL PRIMER DESEO

Dolor y Gloria

Director: Pedro Almodóvar
Nacionalidad: España
Intérpretes: Antonio Banderas, Asier Etxeandía, Penélope Cruz, Julieta Serrano, Raúl Arévalo, Leonardo Sbaraglia, César Vicente, Nora Navas, Julián López, Susi Sánchez, Cecila Roth
Estreno: 22/3/19 

Esta es una película de alguien que ama profundamente el cine y piensa que se salvó gracias a él.

De un director sensible que trufa de detalles sus obras. En esta, el huevo de madera para zurcir, los cromos de actores  o los pececillos jaboneros que rodean a las lavanderas. Las mujeres que secan la colada en los juncos u orillas de los ríos, como pintó Goya hace casi un siglo y medio.

Que refleja el mundo presente, mientras reivindica la raigambre musical. Aquí en forma de la copla “A tu vera”, en la voz de Rosalía. Cuando formó parte de la banda sonora de El balcón de la luna, cantada medio siglo antes por Lola Flores.

Una película de tono melancólico. Que detalla achaques, cicatrices en la espalda, horas de natación prescrita. Con nostalgia de la madre, rememorada ahora que aquel niño tiene la edad que tuvo ella. Que señala sentimientos de culpabilidad tras la inevitable traición de hijos a padres. Que muestra vástagos conscientes de fallar a sus ancestros por ser quienes son. A ancianos tan solos como ahora el protagonista.

Nostalgia de un tiempo obviamente peor y menos libre. Donde el padre salía de casa para matarse a trabajar y conseguir una cueva como hogar. Cuando la pobreza generaba vergüenza y esta acallaba cualquier reivindicación. Cuando el analfabetismo. Con familias de  madre y camada. Cuando nombres como Jacinta o Venancio. Cuando el estudio prometía un mejor destino.  Cuando el acceso de los pobres a dicho estudio pasaba por el seminario.

Un niño cuya rebeldía era leer. A quien el pelo largo ocasionaba collejas y que se recuerda siempre frente a un libro. A quien entonar bien le ocasionó ser dispensado de la formación que merecía. Que deseaba estudiar para enseñar. Creativo, distinto. En una sociedad que distancia hasta el abismo al hombre de la mujer. A ella le harta a zurcir. A él le impone aprenderlo para sobrevivir en tiempo de mili.

Almodóvar, nunca superficial. Presentando a personas que conocen el cuerpo humano a través de las dolencias que les acechan o que aprenden geografía gracias a su profesión. A mujeres que se bañan vestidas por si hubiera un hombre. A artistas absortos en sus creaciones, ignorantes de que se les escapan vidas cercanas.

Siempre desprejuiciado. Acerca del tratamiento del yermo dolor, físico y emocional. Compasivo con personas que sufren.

Que se distancia para observarse y se pregunta por quienes le fueron importantes tiempo atrás y ya no. Por incipientes cabreros que atesoran genialidad artística y quizá no lleguemos a conocer. Que trata cómo cambiaron los ojos de uno cuando visiona un film años después.

Regalándonos una escena bellísima, un descanso nocturno compartido por una madre y un hijo en una estación de tren. Primero desde el punto de vista infantil, positivo. Después, desde el adulto, ¿más real?, devorado por normas sociales, punzante. Acentuando la ineludible distancia intergeneracional surgida desde el nacimiento.

Y que culmina en el final de la niñez. Cuando el cuerpo ajeno cobra una nueva dimensión y nace el deseo. En especial, el primero de ellos. Siempre desconcertante. En determinadas ocasiones, más. Un primer deseo que en este caso merece el nombre de una productora fílmica. Y ha acompañado una obra monumental.

Inaki Lancelot

 
 
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