InakiLancelot
  El país de las maravillas
 

VIDA SALVAJE

«Le meraviglie / El país de las maravillas»
Directora: Alice Rohrwacher
Nacionalidad: Italia
Intérpretes: Alexandra Lungu, Sam Louwick, Alba Rohrwacher, Sabine Timoteo, Agnese Graziani, Luis Huilca Logroño, Monica Bellucci
Estreno: 27/2/15

Me contaba hace unos años un amigo agricultor que veía cercana la desaparición de su pueblo porque él (próximo ya a la jubilación) era el habitante de menor edad. Había presenciado la llegada de algunos jóvenes, con la intención fugaz de instalarse, a los que pronto habían apodado como los jipis, pero era rasgo común de estos originarios urbanitas su impericia para el cuidado del ganado, que terminaban perdiendo rápidamente y abandonando el lugar.

Me viene este recuerdo a la mente ahora que la comedia española de principio del 2015, «Las ovejas no pierden el tren», aboga por la solución rural como salida frente a la desoladora crisis laboral. Porque no conviene menospreciar las dificultades para salir adelante como agricultor o ganadero.

De hecho, viene de antiguo la existencia de una corriente idealista atraída por el mito de la vida salvaje, opuesta a la tendencia modernizadora que ofrece comodidades, aunque también unifica el tipo de ocio, llegando incluso a globalizar hasta los alimentos que podemos tomar. Una tendencia que vivió un cierto esplendor en los 60’ y llevó a multitud de jóvenes a reflotar localidades previamente desaparecidas por despoblación, como el pueblo de Patones, en Madrid, u otros lugares del Pirineo español.

Uno de estos soñadores protagoniza la segunda película de la italiana Alice Rohrwacher, «Le meraviglie», que relata la cotidianidad de una familia de apicultores en la Italia rural, a la que han llegado como respuesta a ese ímpetu de lucha contra lo establecido. Una familia poco convencional formada por tres adultos, de los cuales dos son pareja, más sus cuatro hijas. El único varón de la casa es un alemán de firmes convicciones contracorriente, en las que mantiene al grupo contra viento y marea, fiel a su ideal de vida salvaje que le llevó a convertirse en un hombre de campo, tan trabajador como tosco.

El principal conflicto en la superficie del film es doble. Por un lado, la escasez económica, el reducido valor moneda de su actividad, y su terrible fragilidad frente al empuje del mercado, representado aquí por las exigencias crecientes de las normativas para la fabricación de miel. Igual que queda clara la fantástica libertad de bañarse en un mar cálido cuando uno lo desee, se muestra la servidumbre de atención diaria de las abejas y el huerto.

En segundo lugar, y tal como detalló la francesa «Vida salvaje» se revela la imposibilidad de transmitir una elección propia tan radical a los hijos. Porque es inasumible que una vez llegados a la edad de decidir, acepten las renuncias que implica la opción sin experimentar otras posibilidades, que son más comunes y a cuya exhibición de atractivos están inevitablemente expuestos. Un choque generacional en el que ya incidió, de manera muy diferente, la sorprendente «Mujeres en el parque».

Desde un punto de vista menos centrado en el argumento, el cual presenta el interesantísimo debate ya aludido, me intriga la forma en que se ha construido este film. Me pregunto si se han filmado multitud de escenas, de las que luego se ha incluido sólo parte del material en el montaje final. Si se ha cambiado el argumento y las tramas secundarias durante el rodaje, o si siempre tuvo la estructura que se presenta como definitiva. La duración es de 110 minutos y en mi opinión, el mensaje habría llegado igual de bien en un metraje más corto, al que le ayudaría un ritmo menos descriptivo. También se podrían eliminar escenas que o bien son irrelevantes de cara al argumento definitivo, o bien no han quedado suficientemente claras para que se aprecie su importancia.

Del mismo modo, la inserción de ciertas secuencias fantásticas en un conjunto absolutamente realista es difícil de aceptar si no se explica muy bien. Y, sin embargo, no creo que el final sea en absoluto elocuente.

Son puntos débiles, a mi juicio, de una obra que no es redonda, pero contiene otros aciertos como la creación de Cocó, la tercera de los adultos, un tipo de personalidad dependiente, que no suele tratarse cinematográficamente. Y como la mirada plena de afecto de un padre hacia su primogénita, en la que vuelca sus esperanzas y su saber. A la que teme perder y con ella, su apuesta de alternativa social.

En cualquier caso, «Le meraviglie» pertenece a un tipo de cine muy poco habitual en la cartelera, e introduce con valentía temas de sumo interés. Genera debate, expone puntos de vista no dominantes y, pese a su defectos,  abre la mente. La recomiendo.

Inaki Lancelot

 
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