InakiLancelot
  Mataharis
 

IMÁGENES GRABADAS POR UNA CÁMARA OLVIDADA

Mataharis
Directora: Iciar Bollain
Nacionalidad: España
Intérpretes: Najwa Nimri, Tristán Ulloa, María Vázquez, Diego Martín, Nuria González, Antonio de la Torre, Fernando Cayo, Florentino Soria, Juan Manuel Lara, Carlos Santos, Manuel Morón, Morris, Rosendo
Estreno: 28/9/7

Película de Icíar Bollaín sobre el mundo urbano de quienes andan entre los 25 y los 50. Que nos arrastra a sentir lo que cada personaje siente, transmitiendo la idea de que todos compartimos en mayor o menor medida sus cualidades y defectos, sus preocupaciones y sus miedos, sus limitaciones y sus deseos.

Sin apoyarse en recursos fáciles, ni golpes de efectos musicales, ni de cámara, ni la presencia enternecedora de mascotas, niños o enfermedades, la directora logra la magia que sólo algunos muy buenos novelistas, algunos muy buenos guionistas, algunas muy buenas directoras: conmover, empatizar, identificarnos con los personajes y situaciones desarrolladas. 

Mataharis es un homenaje a los héroes cotidianos, a las superwomen que aúnan una profesión sin horario, una familia dependiente, un amor al que mimar, y que disfrutan, disfrutan sólo a veces, sufren, o sienten un terrible tedio. Y se sirve para ello de una visión sobre Madrid que sólo alguien que lo vive como escenario de sus rutinas con sensibilidad de cineasta puede hacerlo. No se plasmaba en pantalla un cariño tan contrastado por la capital desde las tempranas películas de Almodóvar. Por ello, las emociones de los espectadores que viven en Madrid serán seguro especialmente intensas. En particular, un momento para el recuerdo de toda una generación se produce mientras suena “Maneras de vivir” del grupo seminal de Rosendo, disco descatalogado desde los primeros 80’. 

Partiendo de un planteamiento rápido, la película no tiene desenlace. La cámara se introduce en la vida de un grupo de personas, y en un momento dado, se retira. Durante la proyección habremos visto que la mentira forma parte de nuestras conversaciones con total naturalidad, que el silencio que nos oprime no se refiere sólo a mantener la boca cerrada (“Hace tanto tiempo que no bailo”), que mantener la entereza en el mundo profesional puede ser una práctica suicida, o que uno de los acontecimientos vitales más inoportuno es el desamor. Frente a ello se opone la facilidad de adaptación del niño, maravillosa fuente de aprendizaje para sus mayores. En el mismo sentido, merece mención el buen tino al plasmar el deseo de lucha por el ser querido, sin idealismos, sin violines de fondo, con la crudeza de la convivencia de por medio. 

Mataharis deja en el aire a su finalización la duda sobre qué gana uno al conocer por su cuenta algo que el otro no quiere hacerle saber, y deja también la sensación de que la llegada de los vástagos a unas vidas ya establecidas convierte cada día en una gymkhana de difícil solución en la que el grado de responsabilidad y los sentimientos nunca serán totalmente compartidos. Icíar Bollaín, ya se ve, va al interior de los personajes, y la anécdota no es lo más importante. El verdadero argumento no se dice en voz alta, aunque se siente con la mayor intensidad. Ello es gracias a un guión de buen ritmo, documentado, interesante, que logra un muy buen acuerdo entre lo pretendido y lo alcanzado, sin dejarse por el camino ningún defecto de credibilidad. 

En el debe, es una película de interiores, muy poco espectacular, en la que la faceta artística destaca muy poco. Ello puede ser debido a falta de presupuesto, a deseo de utilizar esa “naturalidad” como parte del mensaje… Sea cual sea el motivo, como espectador, uno echa de menos el disfrute de la imagen que sí ofrecen otros títulos. 

Entre las actuaciones, destaca en primer lugar el magnetismo de Najwa Nimri, capaz de captar la atención sobre ella aun rodeada de todo un coro de actores y en un amplio escenario. Para el recuerdo, la voz a medio quebrar en esa frase tan dura de escuchar como de decir “Yo ya no sé si tengo confianza en ti” y la apostilla final “... cariño” abriendo una nueva puerta. 

En segundo lugar, el maravilloso juego de miradas y comunicación gestual por parte de la espléndida Nuria González y de Antonio de la Torre, quien logra que su presencia sea uno de los aspectos que mejor se recuerdan a la salida del cine, en un papel, además, corto y muy diferente por fin a los suyos habituales. Por último la naturalidad de Tristán Ulloa, y su capacidad de hacerse pasar por un madrileño normal y corriente. 

En definitiva, en mi opinión, la mejor película de la Sección Oficial 2007. 

Inaki Lancelot

 
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