InakiLancelot
  La vida inesperada
 

ACOMODARSE A VIVIR

«La vida inesperada»
Director: Jorge Torregrossa
Nacionalidad: España
Intérpretes: Javier Cámara, Raúl Arévalo, Carmen Ruiz
Estreno: 25/4/14

Nueva York sigue ejerciendo un atractivo magnético y gentes de todo tipo, entre ellos artistas incipientes, llegan a la gran metrópoli para establecerse, soñando con oportunidades culturales, laborales y personales nunca antes vistas. Lo han reflejado Colomo en «La línea del cielo», del 83, o Chus Gutiérrez en «Sublet», del 91. Lo han vivido Coixet y, de otra manera, Muñoz Molina y Elvira Lindo. Lo cantó Lorca en verso.

De Lindo es precisamente el guión de esta «La línea del cielo», que relata el día a día en NY de un actor español protagonizado por Javier Cámara, residente de antiguo en la gran urbe a la que llegó fascinado y tan deseoso de crecer en ella como de dejar atrás un entorno que le asfixiaba. Cautivado por la promisoria modernidad frente lo que él encontraba rancio a su alrededor.

Junto a él, protagoniza esta obra de dos actores un magnífico Raúl Arévalo, cuyo viaje relámpago está inmerso en un ejercicio de autodescubrimiento, en el que exponerse a nuevas situaciones y observar las propias respuestas.

Así que bajo la envolvente de encuentro entre dos primos que dejaron de verse siendo niños y acumulan prejuicios heredados (fiel reflejo de esas relaciones de familia mediterránea, nunca perfectas), dos españoles en Nueva York que simulan triunfos mientras se les escapan a gritos insatisfacciones en cada gesto, subyacen dos evoluciones personales, dos adaptaciones al mundo que podrían llamarse dos pasos de madurez. En la carísima urbe de los extremos, la de las múltiples posibilidades y la devoradora cruel de ilusiones.

La película tiene ritmo y ambiente, dos interpretaciones espléndidas y la destacada música de Lucio Godoy. Recoge el encanto romántico de las terrazas neoyorkinas y del trasbordador a Staten Island. Sabe ser emotiva y plasmar el sentimiento de extranjería cuando se va la juventud, ser lo que fue el padre pero como inmigrante.

El mensaje final cuestiona la dicotomía entre éxito y fracaso, habla del sentido del riesgo o la cobardía para decidirse a vivir, recupera el valor de lo anticuado y cuestiona el de lo innovador, Y, sobre todo, crea afectos entre los personajes y los deja crecer para que los dirijan en una buena dirección. Que tras los sueños profesionales perdidos, reacomodadas las expectativas, puedan reconciliarse con su propia vida.

Inaki Lancelot

 
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