InakiLancelot
  Mandarinas
 

UN NUEVO SENTIDO PARA “FUEGO AMIGO”

«Mandarinas»
Director: Zaza Urushadze
Nacionalidad: Georgia
Intérpretes: Lemdit Ulfsak, Grigori Nakashidze, Misha Meskhi, Elmo Nüganen
Estreno: 30/4/15

Igual que viajar, acudir a una sala de cine puede resultar sumamente instructivo. Para descubrir que en Georgia existen asentamientos estonios ya de antiguo. Aún más importante, para, contemplando este fantástico drama antibelicista, acompañar a los personajes en su crecimiento en tolerancia y respeto. Para admirarse de su capacidad de situar a las personas en lo alto de la escala de valores. Para ensalzar la inteligente forma en que retuerce el concepto de fuego amigo, dotándolo de profundidad.

«Mandarinas» bebe de las fuentes del teatro y crea una estructura narrativa de sala cerrada al modo de Agatha Christie. Discurre al ritmo exacto que demanda su mensaje y se apoya en la figura de un protagonista, cuyo aspecto bergmaniano seduce la receptividad del espectador.

Es muy complicado encontrar ya un argumento original, porque se ha rodado mucho cine. Sin embargo, la premisa de esta película georgio-estonia es la mejor que yo recuerdo haber contemplado. No la detallaré pues en descubrirla reside el primero de los placeres tras degustar esta magnífica obra. Sólo citaré su evocación a Camp David.

No recuerdo bien si fue en Camp David o en Estocolmo. Tampoco si el acuerdo histórico fue respecto a Irlanda del Norte o a Palestina. Recuerdo la, quizá, leyenda según la cual las estériles negociaciones entre bandos opuestos culminaron en éxito una vez que la puerta fue cerrada a cal y canto, y a la noche sin cama en la que descansar siguió el día sin despensa. Y el temor a la inanición fue combustible para el arreglo final.

Nos situamos en otro avispero bélico surgido tras el desmembramiento de la antigua URSS, donde combaten en suelo abjasio facciones de todo pelaje. Los individuos que las componen, georgianos, abjasios, rusos, chechenos… son indistinguibles a primera vista e incluso comparten idioma (el ruso), lo cual incide en el absurdo de guerras supuestamente étnicas.

«Mandarinas» nos sumerge en la sensación de temor ante la certidumbre de la llegada de una bala perdida de la guerra que se está librando. Ante la destrucción del mundo civil anterior. Una lucha equivocada de la que quisiéramos mantenernos al margen. La intriga permanecerá en la memoria incluso después de acabado el film, una vez producida la transformación de protagonistas y espectadores.

Las conductas de los personajes de las películas malas, o bien responden a caprichos injustificables del guión o bien son monodimensionales y no cabría otra posibilidad. En «Mandarinas» sucede todo lo contrario. En el excelente armazón construido, a cada figura le acompaña un complejo entramado y sus actos responden no sólo a sus deseos personales sino a la relación que va estableciendo con los demás y con su contexto físico. Que ambos, convicciones propias y conocimiento paulatino del compañero, sean transparentes y asimilables para el espectador demuestra la capacidad de profundizar y transmitir del director georgiano en esta su tercera y excelente película.

Inaki Lancelot

 
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